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Recuerdo que quise estudiar abogacía alentada por mi abuelo, me trasmitía que desde esa posición podría ayudar a la gente. En ese momento, él estaba siendo asesorado por un abogado para tramitar su jubilación, había que ordenar los aportes que poseía de la empresa en la cual trabajaba. El tiempo era muy preciado porque ahora él se encontraba enfermo, y ya no se podía esperar.
Mientras los adultos tenían conversaciones sobre el abogado, poniendolo en una especie de altar, yo indelizaba la idea de lo que podría llegar a ser. Pero al poco tiempo mi abuelo murió, mi mundo entero se derrumbó, y enfurecí al enterarme que ese abogado no había realizado ningún movimiento. Me acuerdo estar parada en el patio observando como bajaban dos cajas cerradas, llena de papeles inmovilizados. No entendía por qué no inició ninguna acción, me dije “yo hubiera hecho más”, pero evidentemente en ese momento me atrapaba el dolor.
Al año siguiente, me anime, elegí y pude llegar a la universidad, al principio me anote en Ciencias Políticas porque creo que aún no podía sacarme la idea del único abogado que había conocido. Pero casualmente las materias del CBC de ambas carreras eran las mismas, rendia materias, pero me sentía un poco ajena a ese lugar, por ello un día decidí irme a La Plata. Tomé coraje y me inscribí a la carrera de Abogacía, carrera por la cual aún transito. Ligada a ella la militancia universitaria de alguna manera me formo, reconocí y aprendí a defender mis derechos, y a su vez a visualizar parte de la sociedad.
Además, en este recorrido me adentre a la temática de género, más precisamente a la violencia de género, que es mi trabajo actualmente, además de ser militancia convicción y poderoso en cuanto al equipo humano. Después de varios años en este lugar, donde tu lugar es a veces un quiebre para la otra persona, porque se siente abrazada, pero, también valorada ya que se brinda una información de sus derechos y la forma de poner en marcha su reclamo. Pero lo frustrante es ver como en la mayoría de los casos los derechos de las mujeres e identidades disidentes se niegan y violentan, ni hablar de los estereotipos de la justicia.
Mi trabajo es limitado, en cuanto a el poder acompañar los diversos casos en los que la justicia ejerce su poder patriarcal, sin embargo, estamos también como intermediarios para que otros profesionales puedan acompañar de forma cercana las causas. Y siempre estamos para contener esa furia, con razón, de esa justicia sin justicia, que a nosotras también nos duele, porque no alcanza con saber tus derechos y defenderlos necesitas otro poder institucional, que enfrente a la injusticia.
Estoy cada vez mas cerca del fin de mi carrera, la cual transito con los pies en la tierra, siempre abierta a aprender nuevas herramientas y reforzar otras que ya poseo. Es importante esta herramienta, a pesar de conocer como es en la realidad la justicia, tomo con fuerza los procedimientos para encararla.
Yo quiero justicia.