La fuerza y el espíritu aventurero de Emanuel, un niño de 10 años, que vivía en Strafford, una pequeña ciudad ubicada al noroeste de Australia, con alrededor de 5 mil habitantes que nacían y morían en sus tierras. Este pequeño era el menor de 5 hermanos, el último heredero que debía seguir las tradiciones familiares, seguir manteniendo el buen nombre de la familia, del negocio familiar, la confección de ropa.
A él desde que tuvo uso de razón se le construyó la vida que tenía que seguir, advirtiéndosele que al correrse sería desterrado de la familia, tal como lo hicieron cuando uno de sus hermanos tomo un desvió. Todas las mañanas escuchaba el mismo discurso de sus padres, ya se lo había grabado como una barrera en el camino, pero seguía trabajando en el comercio intentando crear nuevas vestimentas, como un modo de expandirse sobre unos papeles blancos, podía ver a sus ilustraciones moviéndose hasta perderse en un camino invisible.
Emanuel siempre estaba en la búsqueda de personas y experiencias nuevas, sus hermanos lo cubrían para que se pueda escaparse al bosque, decía que era una gran aventura poder escucharse a través de los pájaros y el viento, era volver a reencontrarse con él aunque con la esperanza de descubrir un destello de alguien más.
El discurso de las alternativas ineludibles es suficiente la mayoría de las veces para que no te permitas ver más allá, que culpes a tus pensamientos por imaginar una vía de escape.
El será el traidor por pretender repeler años de historia de la familia, de la que sos parte sin sentirte en ella.
Vos sos la persona que en cada trazo siente como el río salpica las piedras coloreadas que yacen en la orilla, que puede ver a los pájaros dibujando entre las nubes, que puede hilar sobre las flores blancas en el campo circundado de un bosque cobrizo.
Porque es el lugar mismo donde te imponen cómo debes ser, te construye tu vida sin consentimiento. Es el mismo lugar en que vas dejando caer cada pétalo de tu cuerpo para descubrir que eres otrx, que su mundo es ese bosque alejado de las personas ese amanecer de pájaros cubriendo el árbol más viejo del lugar.
Estaba en plena redefinición con miedo al destierro, pero sintiendo que había otra libertad, diferente a la que le pintaban sus padres. Incluso cuando se planteaba la posibilidad de seguir la vida que le imponían, pero tirando una pizca de sus diseños, ellos se lo hacían añicos que se perdían entre sus lágrimas.
Se cansaba de dar sus manos y cabeza, se sentía utilizado manejado por hilos desde un más allá. Sentía que si no escapaba de allí se perdería entre la gente que caminaba cristalizada por las calles de la ciudad.
Podría consistir en que no se trata de un sistema centralizado sino de un sistema que se abre en los caminos que deseemos descubrir por nosotros mismos. Desear y al mismo tiempo andar e ir construyendo esa ruta por la que queremos emprender. Erigir nuestros sueños es formarnos a nosotros mismos, como lo decidió Emanuel, que una noche estrellada introdujo todas sus ilusiones en un bolso, y emprendió un viaje sin mirar atrás, para poder ser libre.